Vestir santos... (desvestir demonios)

Vestir santos... (desvestir demonios)
Horacio, Santiago y Alan Carranza (by Rubén Gauna)

miércoles, 13 de abril de 2011

Sweet dreams (are made of this?)

Mi vida es una pesadilla. Desde que tuve que internar a mi vieja en un loquero después de encontrarla en la bañera y rescatarla de una muerte casi segura, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis pasaron por encima mío sin piedad. El resto fue todavía peor: deudas de todos los colores. Mi vieja se patinaba toda la guita en el póker. Como puedo estoy tratando de cancelar los pagarés que firmaba sin pensar en las consecuencias. Los Psiquiatras me piden que sea más comprensivo, pero la verdad es que apenas puedo mirarla a los ojos. Y me es imposible ese gesto de desprecio que me provoca.

Ya fue suficiente con mi viejo, que poco y nada lo tuve, o mejor dicho tuve que compartir con mis dos hermanastros. Actos de colegio, cumpleaños, las Fiestas… el resultado era el mismo: se terminaba yendo. Desde mis cinco años tuve que vivir todo eso. Y para peor ser el hermano del medio. Horacio celoso de mí y de Alan, el más chiquito. Yo no podía entender eso de tener hermanos y que ellos tuvieran otra mamá que no fuera la mía.

Para colmo las cosas en mi casa hoy no están mejor. Estoy con María Mercedes desde hace unos cinco años, con tres de convivencia. Al principio como en toda pareja todo es genial. Cogía seguro y seguido, comía decentemente, y de a poco íbamos llevando las cosas hasta que nos acostumbramos. Las cogidas se redujeron y mucho, la comida al menos seguía siendo buena pero es obvio que no andamos nada bien. Pero a este panorama de tiempo desmejorando, se le sumó una suerte de alerta metereológico imprevisto para mí. Una noche de insomnio me puso frente al televisor y buscando algo para ver y lograr dormirme ocurrió todo lo contrario. El efecto fue un despertar que yo no imaginaba a esta altura de mi vida.

La culpa la tiene Crush de Cronermberg esa película donde entre medio de hierros retorcidos de autos accidentados, cuerpos mutilados, lacerados y lastimados los tipos y las minas obtienen el mayor de los placeres. Yo no podía creer que eso me exitara, y menos que el que me exitara sea el médico que atendía a esa gente deseosa de lastimarse de gusto y que él no solo atendía sino disfrutaba de ver sus heridas, cicatrices y provocar en ellos que eso no se detuviera sino que aumentara. Un verdadero juego perverso que me tenía fascinado y al palo. Las fantasías de ese medico haciéndome de todo comenzaron a preocuparme.

Yo no soy puto como mis hermanos. Eso lo tengo reclaro. Aunque de repente me empecé a dar cuenta que miraba tipos en la calle. Y los buscaba parecidos al de la película. Las pajas que me hacía en la ducha. Parecía un pendejo. Las cogidas con mi mujer directamente desaparecieron. Al tiempo que empezaron los reclamos y celos de ella. Cada vez que tenía un evento, un desfile, una fiesta o cubrir la Exposición Rural, la pelea era segura. Ella creía que andaba con otra. Pero no.

Un día en un desfile lo ví. Atendía las modelos y les ordenaba la salida a la pasarela. Era mi médico de fantasía hecho realidad. Cuando descubrió mi mirada, sonrío desafiante. Bastó para ponerme a mil y que me olvidara que estaba ahí para trabajar. Como pude traté de esquivar la situación, pero mis ojos y los suyos iban y venían y el encuentro hacía saltar chispas. Al terminar esa noche, yo estaba guardando la cámara cuando veo que alguien se para frente mío. Levanto la mirada y era él. Soy Facundo, mi tarjeta. Llamame. Dio media vuelta y se fue dejándome caliente y muy confundido. Obvio le mandé un mensaje al toque diciéndole cualquier boludez. Pero él me ubicó al instante. Cuando quieras cogemos. Así, directo.

El tema es que ese mensaje también lo leyó María Mercedes en su búsqueda de pruebas en que andaba con otra.

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